Reportatge fotogràfic_Activitat9




Este otoño se ha celebrado un año más -por vigésima segunda vez- el festival de danza contemporánea y teatro gestual de Reus, el COS. El evento ha venido cargado de diversas escenificaciones de manos de jovenes creadores y compañías ya bien consolidadas. Concretamente, durante esta 22ª vez que se celebra el evento, se ha podido ver diez excibiciones diferentes -cinco de ellas gratuitas i las otras de pago-.

Ha sido un año en el que durante tres días hemos podido disfrutar de escenas de lo más dispares para todos los públicos -como bien se verá en las fotografías llenas de niños rodeando a los bailarines-. Dentro de estas diez actuaciones, he tenido la oportunidad de ver varias de ellas que captan bien la eséncia del festival. Dentro del margen gratuito del programa, he visto actuaciones de un calibre excepcional como Sinestesia, de Iron Skulls Co. Ha sido un verdadero placer disfrutar de su media hora de excelentísima excibición de danza contemporánea, con toques de hip-hop, fusionándose con movimientos gestuales de los que nacían grandes figuras que seducían mi mente. Con sus ropajes, destacando la máscara de gas, su música de ambiente y su genial actuación, te contaban una historia dentro de una distopía futurística que no dejaba respirar por momentos.







Ehiza es otro de los grandes momentos que viví durante el festival. Su demostración de fuerza en una incansable lucha de poder y la constante persecución entre dos cuerpos veloces, llenos de agilidad y fuerza, que no dejan de superponerse el uno al otro en una persecución de presa y depredador.
Una simple puesta en escena, dónde la  gestualización se hace uno con la danza, y las miradas de Héctor Plaza y Agnes Sales -los integrantes de esta pareja de bailarines- no dejaban de reflejar peligro y dolor. En definitiva, una actuación impresionante.


Por último, pero ni muchísimo menos importante, hablaré de El Pequeño Lago de los Cisnes, de Nowhere Theatre y Iker Gómez, y su gran actuación.
Siendo este el primero que ví, lo dejo para el final, como se suele hacer con lo mejor. A los pocos segundos de ver salir a la bailarina, Doraysa de Peña, me enamoré de sus gestos como si de un flechazo fuera. Cada movimiento que hacia era un simple reflejo de belleza. Expresiva tanto con el cuerpo como con la cara, te hacia sentirla como si tu fueses quien estuviese dentro de esa história , del original ballet que interpretan, de dualidad entre Cisne Negro y Cisne Blanco.
Efectivamente ella no está sola en esto, viendo entrar a Iker Gómez se veía como resplandecía sensualidad a la vez que fuerza. Dos cuerpos que se dejaron la piel en el suelo frente al Mercat Central de Reus, y de qué manera.



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